
Sin llegar al año de gobierno, el Presidente de Estados Unidos Barack Obama enfrenta una agenda de proporciones desmesuradas si se tiene en cuenta la yuxtaposición de problemas y situaciones que se quieren o se deben afrontar.
Hace ya semanas que el objetivo principal de la política exterior norteamericana se centra en Afganistán, al ritmo que se incrementa la violencia en dicho país, todavía sin un claro resultado en las elecciones presidenciales. La administración Obama se debate entre aumentar el número de tropas en suelo afgano o desplegar tácticas selectivas en Paquistán, persiguiendo a miembros de Al Qaeda sin tener en cuenta las fronteras nacionales.
Paralelamente, en el plano interno Obama decidió respaldar activamente su plan de salud, concediendo entrevistas, y brindando discursos. Todo ello para contrarrestar la creciente oposición neoconservadora que ve en la reforma del sistema de salud un paso hacia el "socialismo", confundiendo conceptos elementales de la ciencia política como derechos humanos, socialismo, comunismo e incluso liberalismo al tiempo que ponen en entredicho sistemas que funcionan probadamente en países como el Reino Unido, Suecia y Francia.
Por otro lado, en los últimos días se han agregado nuevos temas de gran importancia como la reanudación de las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes auspiciadas de manera personal por Obama.
En tanto, en Nueva York, la apertura de las sesiones anuales de la Asamblea General de las Naciones Unidas revalorizó asuntos estratégicos como las posibles sanciones a Irán si no coopera con inspectores internacionales en relación a su proyecto nuclear, los debates acerca del cambio climático y, finalmente -al menos según el orden de Estados Unidos, donde ocupa el último lugar de las preocupaciones- la creciente tensión en Honduras tras el arribo del Presidente derrocado Manuel Zelaya a la capital de ese país.
Es claro que semejante multiplicidad de temas importantes puede acarrear al menos un gran fracaso político si no se llega al resultado esperado. Y esa es justamente la mayor debilidad de Barack Obama: la enorme expectativa que generó su llegada a la Casa Blanca. Así, en caso de no lograrse un avance positivo en algún punto clave de la agenda, puede afectarse seriamente la imagen positiva del Presidente dentro y fuera de Estados Unidos, con la inevitable crisis de gobernabilidad que ello acarrea.
Por ahora, el mayor riesgo para la administración demócrata se encuentra en el tratamiento que se le está dando dentro de Estados Unidos a la reforma del sistema de salud, al punto tal que muchos analistas se preguntan si era necesario abrir la discusión tan pronto, antes del año de gobierno, especialmente cuando es tan fácil agitar el fantasma del "socialismo" en ese país y tan difícil presentar un complejo proyecto de ley explicando sus motivos de forma concreta y directa.
Hace ya semanas que el objetivo principal de la política exterior norteamericana se centra en Afganistán, al ritmo que se incrementa la violencia en dicho país, todavía sin un claro resultado en las elecciones presidenciales. La administración Obama se debate entre aumentar el número de tropas en suelo afgano o desplegar tácticas selectivas en Paquistán, persiguiendo a miembros de Al Qaeda sin tener en cuenta las fronteras nacionales.
Paralelamente, en el plano interno Obama decidió respaldar activamente su plan de salud, concediendo entrevistas, y brindando discursos. Todo ello para contrarrestar la creciente oposición neoconservadora que ve en la reforma del sistema de salud un paso hacia el "socialismo", confundiendo conceptos elementales de la ciencia política como derechos humanos, socialismo, comunismo e incluso liberalismo al tiempo que ponen en entredicho sistemas que funcionan probadamente en países como el Reino Unido, Suecia y Francia.
Por otro lado, en los últimos días se han agregado nuevos temas de gran importancia como la reanudación de las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes auspiciadas de manera personal por Obama.
En tanto, en Nueva York, la apertura de las sesiones anuales de la Asamblea General de las Naciones Unidas revalorizó asuntos estratégicos como las posibles sanciones a Irán si no coopera con inspectores internacionales en relación a su proyecto nuclear, los debates acerca del cambio climático y, finalmente -al menos según el orden de Estados Unidos, donde ocupa el último lugar de las preocupaciones- la creciente tensión en Honduras tras el arribo del Presidente derrocado Manuel Zelaya a la capital de ese país.
Es claro que semejante multiplicidad de temas importantes puede acarrear al menos un gran fracaso político si no se llega al resultado esperado. Y esa es justamente la mayor debilidad de Barack Obama: la enorme expectativa que generó su llegada a la Casa Blanca. Así, en caso de no lograrse un avance positivo en algún punto clave de la agenda, puede afectarse seriamente la imagen positiva del Presidente dentro y fuera de Estados Unidos, con la inevitable crisis de gobernabilidad que ello acarrea.
Por ahora, el mayor riesgo para la administración demócrata se encuentra en el tratamiento que se le está dando dentro de Estados Unidos a la reforma del sistema de salud, al punto tal que muchos analistas se preguntan si era necesario abrir la discusión tan pronto, antes del año de gobierno, especialmente cuando es tan fácil agitar el fantasma del "socialismo" en ese país y tan difícil presentar un complejo proyecto de ley explicando sus motivos de forma concreta y directa.
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