Se realizó el pasado martes 31 de marzo, en la localidad santafesina de Armstrong, la conferencia titulada "Malvinas: la diplomacia argentina de la posguerra. 1983 - 2009", a cargo del Licenciado Matías Pablo Arese. El evento se llevó a cabo en el marco de la "Semana de la Memoria", jornadas orientadas a recordar un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, organizada por la Municipalidad local y la JUPA (Juventud Unida por Armstrong).
Introducción:
Antes de comenzar con la exposición, es necesaria una aclaración. Cuando se habla del "caso Malvinas", en realidad se está haciendo mención a una controversia de soberanía que abarca una extensión mucho mayor a la de las islas Malvinas. De hecho, la porción del Atlántico Sur que nuestro país reclama abarca más de dos millones de kilómetros cuadrados, e incluye además de la isla Soledad y Gran Malvina, las islas Shetland del Sur, las islas Sandwich, las islas Georgias del Sur y el sector antártico argentino.
Breve repaso histórico.
El primer avistamiento de las islas Malvinas sigue siendo motivo de controversia, pues no sólo la corona española y la británica proclamaron el descubrimiento como propio, sino también otras potencias. En el caso de España, a través de Fernando de Magallanes (1520) y la posterior expedición de Simón de Alcazaba (1541), seguido por los holandeses, mediante Sebald de Weert (1600). Finalmente, tenemos el primer desembarco documentado: el de John Strong, marinero británico, en el año 1690. Luego, los franceses tomaron posesión de las islas a través de Louis de Bouganville, quien bautizó las islas como Malouines. De allí proviene la actual denominación en castellano de Malvinas.
La bandera argentina se izó por primera vez en 1820, y el primer comandante político - militar argentino fue Luis Vernet, quien llega a las islas en 1829. Así llegamos al 3 de enero de 1833, fecha en que el Reino Unido tomó las islas por la fuerza, desalojando a los pobladores y las autoridades argentinas. Desde ese momento la República Argentina mantiene intacto su reclamo de soberanía, con la protesta formal que presentó el embajador argentino en Londres, Manuel Moreno.
Aquella protesta diplomática sería la primera de una larga serie de intervenciones de la Argentina en el plano internacional reclamando por sus derechos, llegando hasta nuestros días. Uno de los pilares de esta estrategia sería a partir de 1945 hacer hincapié en la Organización de las Naciones Unidas. En dicho organismo se proclamaron una serie de resoluciones favorables a nuestro país que serían sistemáticamente ignoradas por el Reino Unido.
La resolución 1514 del año 1960, titulada "Declaración sobre la concesión de la Independencia a los países y pueblos coloniales", por ejemplo, si bien menciona el derecho de autodeterminación de los pueblos (argumento utilizado ampliamente por Gran Bretaña), también reafirma en sus puntos 4, 6 y 7 el respeto a la integridad y la unidad nacional. En esta importante resolución, se habla claramente de “poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones”.
Pero quizás el documento más importante para la posición argentina sea la resolución 2065, de 1965, en la cual se reconoce la existencia de la disputa de soberanía y se insta a las partes a “proseguir sin demora las negociaciones” para llegar a una solución pacífica. Posteriores resoluciones reafirmaron esta idea-fuerza, en 1970, 1973 y 1976. De todas maneras, la estrategia de la Cancillería argentina ya desde 1966 era dar prioridad a las negociaciones bilaterales con el Reino Unido.
La oportunidad histórica más cercana para que las Malvinas fueran argentinas se produjo en 1974, bajo el gobierno de Perón. En dicha oportunidad hubo un ofrecimiento del gobierno británico para compartir la soberanía de las islas, tras 25 años de explotación conjunta. Es decir que para 1999 la bandera argentina sería la única en Malvinas. El intento se vio frustrado con la muerte de Perón y la negativa de su sucesora, María Estela Martínez de Perón, asesorada por López Rega. Este hecho recién vio la luz en 1999 tras una investigación periodística.
Una vez desechado ese ofrecimiento, el tono de denuncia en la ONU se iría tornando cada vez más violento, especialmente durante el gobierno de facto de la Junta Militar, pero nada hacía prever el desenlace fatal de la guerra del 2 de julio de 1982. (Sobre este tema no me explayaré completamente debido a que estos días vendrá gente mejor preparada para ahondar en más detalles).
Sólo mencionaré que en la guerra murieron 649 militares argentinos, 255 soldados británicos y 3 civiles isleños.
Tras el duro golpe de la rendición argentina, producida el 14 de junio de 1982, el país retorna al sistema democrático de gobierno, resultando ganador en las elecciones Raúl Alfonsín. Durante su presidencia, fue el canciller Dante Caputo quien se hizo cargo personalmente de las negocianciones con Gran Bretaña, con el difícil objetivo de normalizar las relaciones bilaterales. Para ello se convocó a una reunión en Berna, Suiza, que terminó en un fracaso.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas se va a dar recién durante la presidencia de Carlos Menem, en las reuniones llevadas a cabo en Nueva York y Madrid, donde se firma el acuerdo conocido como Madrid II. Para ello se utilizó una novedosa fómula político-jurídica conocida como el “Paraguas de Soberanía”. Dicho instrumento legal significaba que tanto la Argentina como el Reino Unido volvían a cooperar y a tratar sobre cualquier tema relacionado a Malvinas sin afectar en nada sus respectivos reclamos de soberanía.
Esta original fórmula, que permitió grandes avances en un principio, se vio opacada por el innecesario protagonismo del Ministro de Relaciones Exteriores, Guido di Tella, al impulsar éste la denominada “política de seducción” hacia los kelpers. El peligro de esta estrategia, más allá de caer en el ridículo (cosa que finalmente sucedió) fue que se terminó convirtiendo a los isleños en una tercera voz en la disputa, dándoles mayor entidad y fuerza a sus deseos.
Esto es lo que se intenta rebatir hasta hoy en día, reafirmando la Cancillería argentina que el conflicto es entre dos países y no con los kelpers, ya que éstos son en realidad ciudadanos británicos habitando suelo argentino. Ya en 1985, la ONU había desestimado que Malvinas sea un caso aplicable del derecho de autodeterminación de los pueblos.
Durante el breve gobierno de la Alianza se deja de lado completamente la política de seducción a los kelpers y se adopta un tono más frío con Londres. Ya durante la presidencia transitoria de Duhalde, la Argentina sufría de un aislamiento internacional severo debido a la crisis institucional que se vivía.
Así llegamos al gobierno de Néstor Kirchner, que mediante su canciller Rafael Bielsa implementó una estrategia denominada por el propio ministro como “la paciencia infinita”, que significaba, siempre según el mismo Bielsa, que si hacían falta 400 años de espera, la Argentina esperaría tranquilamente esos 400 años.
Pero la paciencia no fue infinita. Duró sólo dos años, ya que se reformuló el enfoque y se pasó a una posición más dura en cuanto a la relación con el Reino Unido. Este reajuste de la posición argentina coincidió con la llegada al Ministerio de Relaciones Exteriores de Jorge Taiana, quien sigue ocupando dicho cargo al día de hoy.
La base de la actual estrategia para Malvinas se halla en el abandono gradual pero constante del paraguas de soberanía, ya que la Argentina intenta poner sobre la mesa la discusión de la soberanía en cada oportunidad que se le aparece, no sólo ya en Naciones Unidas, sino también en sus contactos con Londres. Un claro ejemplo de ello es la reunión en Chile que mantuvieron este último sábado Cristina Fernández y el Premier británico Gordon Brown, en el que la Presidenta reclamó por los derechos argentinos.
Para ir finalizando, cabe mencionar dos teorías de juristas argentinos que además de ser originales son perfectamente realizables. Marcelo Kohen, profesor de Derecho Internacional del Insituto de Altos Estudios de Ginebra, sostiene que Argentina debe recurrir a la Corte Internacional de Justicia, ya que además de poseer nuestro país elementos jurídicos suficientes, existe un caso que sirve como precedente. Se trata del litigio fronterizo entre Camerún y Nigeria, en el que la Corte falló a favor del primero sin considerar el derecho de autodeterminación de los pueblos, a pesar de la existencia de 200.000 nigerianos habitando suelo camerunés. Kohen afirma que si la Corte no consideró los deseos de 200.000 personas, entonces porqué habría de hacerlo con los casi 3000 habitantes de Malvinas...
Finalmente, tenemos la idea del abogado constitucionalista Néstor Sagüés, quien propone utilizar un viejo artículo de la Constitución Nacional, el 121, que dispone que “las provincias argentinas conservan todo el poder no delegado al gobierno nacional y el que expresamente hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación”. Estas últimas palabras, incluidas para permitir la incorporación de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina en el siglo XIX, podría servir según Sagués para crear la Provincia de las Malvinas con facultades especiales, como ser: respetar las costumbres y la forma de vida de los isleños, su idioma, religión, moneda, etc. De esta manera, se estaría dando respaldo constitucional a la promesa argentina de respetar la forma de vida de los kelpers en el caso hipotético de que las islas retornen a la soberanía argentina.
Como conclusión, podemos afirmar en base a lo visto que no existe una política de estado en relación a Malvinas, sino una serie de políticas de gobierno, que van fluctuando entre posiciones no del todo coherentes y estables.
Por política de estado se entiende la identificación de un tema vital para los intereses del país y la elección de un curso a seguir por parte de las autoridades de turno pero consensuando con un amplio abanico de actores políticos y civiles. Dicha política debe ser coherente con la historia del país y racional con respecto al futuro. En todo el proceso es fundamental el rol del poder Legislativo.
Sin embargo, desde la finalización de la guerra, no hubo una continuidad entre los gobiernos en cuanto a la política exterior hacia el Reino Unido por Malvinas. Es más, existieron políticas totalmente distintas, como lo fueron los desencuentros del gobierno de Alfonsín con su par inglés, el acercamiento de la administración Menem tanto hacia Londres como hacia los kelpers, pasando por la frialdad del breve gobierno de De la Rúa, hasta llegar a la presidencia de Kirchner en la que se llevaron adelante dos estrategias distintas en sólo cinco años.
Otro aspecto serio a considerar es la necesaria revisión de las posiciones nacionalistas más extremas que no llevan a ningún lado. Para asegurarnos de ello, la Argentina debe -y de heho lo hace- reafirmar su compromiso más firme con la resolución pacífica del conflicto, para no cometer los mismos errores del pasado.
Finalmente, lograr un equilibrio entre el cambio abrupto de política y un rumbo estático es lo ideal. Para lograrlo, es necesario un consenso entre gobierno y oposición, ya que un tema tan delicado de política exterior como lo es Malvinas requiere que se deje de lado la feroz competencia partidaria. Además, es fundamental una interrelación entre Poder Ejecutivo, Legislativo, Cancillería, partidos políticos... lo que se conoce en la teoría de las Relaciones Internacionales como la “mesa nacional”, aspecto indispensable para llevar a cabo la negociación en la “mesa internacional”.
Matías Pablo Arese, Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).
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