Desde la implementación de las denominadas retenciones en 2002 mediante la Resolución N° 11/02 del Ministerio de Economía, su cuestionamiento ha ido creciendo casi en el mismo nivel en el que lo hacían las alícuotas que se pagaban en concepto de retenciones. Tal escalada hizo eclosión el 11 de marzo de 2008, fecha en la que se anunció la Resolución N° 125/08 del Ministerio de Economía, incrementando aquellas alícuotas en el orden del 44% para las exportaciones de soja y girasol, incorporando con ellas un innovador sistema de movilidad.
El estruendo que produjo la medida se dispersó rápidamente a lo largo y ancho del país, exteriorizándose a través de manifestaciones públicas, “piquetes”, cortes de ruta, “cacerolazos”, controles de carga, como así también en declaraciones con un contenido verbal de alto voltaje e instalándose inmediatamente como tema de prioridad en la agenda pública y acaparando la atención de todos los sectores de la sociedad.
En el transcurso de los 127 días de conflicto, la Resolución 125 llegaría al Senado para su tratamiento, siendo finalmente rechazada. Sin embargo, no sólo sigue en vigencia el régimen de retenciones previo a la modificación del 11 de marzo, sino que se ha mantenido en el tiempo como una suerte de política de Estado, pasando por tres presidentes desde la salida de la convertibilidad.
Este estado de situación si bien se ha atenuado, tanto por la disminución en la exposición pública, como por el repliegue del sector agropecuario de las rutas, aún sigue latente y con promesas de volver a la escena nacional. Visto en perspectiva, el conflicto arroja a la luz una serie de inconsistencias y la aparición de nuevos elementos en la política actual, lo que permite un breve comentario al respecto.
Desde una perspectiva de poder: el Kirchnerismo
Néstor Kirchner llega a la presidencia en 2003 con 4.232.188 de votos, es decir con el 22% de los sufragios en primera vuelta (recuérdese que la fórmula Menem - Romero con 24,4% no se presenta en segunda vuelta) conllevando así una legitimidad de origen a todas luces muy reducida.
Esta cuestión marcará sin dudas la estrategia política de su administración, intentándose ampliar constantemente su base de poder; cuya dinámica siguió principalmente dos mecanismos: “la cooptación interesada y la situación de disolución de las identidades políticas masivas. El riesgo de una concepción de esta índole es que puede conducir a considerar como enemigo a aquel que no es cooptado o que mantiene sus disidencias.” (Quiroga, H., 2008).
Precisamente el conflicto con el sector agropecuario puso de manifiesto esa concepción de poder en la dicotomía amigo – enemigo, donde el “otro” que no comparte ideas queda excluido como legítimo adversario. Esta lógica de poder fue tratada por primera vez por el teórico político alemán Carl Schmitt, adscripto al realismo político, en “El concepto de lo político” (1927), entendiendo como enemigo a aquel que se opone al propio sistema social y supone un conjunto de hombres que combate al menos virtualmente, pero con la posibilidad real de enfrentamiento, frente a otro agrupamiento de hombres. Si bien esta concepción del poder le ha sido más útil para alinear a sus seguidores que para amedrentar a sus eventuales opositores, cada vez encuentra más resistencia tanto en la sociedad como al interior del partido. Muestra de ello es la sangría de “aliados” que se produjo luego de la negativa en el Senado a la Resolución 125, y a su vez este hecho también marcaría el declive de un período signado por el confrontamiento permanente y el final de toda la construcción de poder gravitando sobre la persona de Néstor Kirchner, donde hoy se identifican con claridad lo que Rosendo Fraga denomina la Trinidad: “(Kirchner) ejerce el poder real, otro el formal (Cristina) y un tercero el político (Cobos), quien hace lo que los otros dos no hacen y deberían hacer (reunirse con De Angeli, Solá, etc.)”. Esta inconsistencia ha permitido que figuras de peso político empiecen a despuntar y a hacer sombra sobre el sitial de los Kirchner.
El estruendo que produjo la medida se dispersó rápidamente a lo largo y ancho del país, exteriorizándose a través de manifestaciones públicas, “piquetes”, cortes de ruta, “cacerolazos”, controles de carga, como así también en declaraciones con un contenido verbal de alto voltaje e instalándose inmediatamente como tema de prioridad en la agenda pública y acaparando la atención de todos los sectores de la sociedad.
En el transcurso de los 127 días de conflicto, la Resolución 125 llegaría al Senado para su tratamiento, siendo finalmente rechazada. Sin embargo, no sólo sigue en vigencia el régimen de retenciones previo a la modificación del 11 de marzo, sino que se ha mantenido en el tiempo como una suerte de política de Estado, pasando por tres presidentes desde la salida de la convertibilidad.
Este estado de situación si bien se ha atenuado, tanto por la disminución en la exposición pública, como por el repliegue del sector agropecuario de las rutas, aún sigue latente y con promesas de volver a la escena nacional. Visto en perspectiva, el conflicto arroja a la luz una serie de inconsistencias y la aparición de nuevos elementos en la política actual, lo que permite un breve comentario al respecto.
Desde una perspectiva de poder: el Kirchnerismo
Néstor Kirchner llega a la presidencia en 2003 con 4.232.188 de votos, es decir con el 22% de los sufragios en primera vuelta (recuérdese que la fórmula Menem - Romero con 24,4% no se presenta en segunda vuelta) conllevando así una legitimidad de origen a todas luces muy reducida.
Esta cuestión marcará sin dudas la estrategia política de su administración, intentándose ampliar constantemente su base de poder; cuya dinámica siguió principalmente dos mecanismos: “la cooptación interesada y la situación de disolución de las identidades políticas masivas. El riesgo de una concepción de esta índole es que puede conducir a considerar como enemigo a aquel que no es cooptado o que mantiene sus disidencias.” (Quiroga, H., 2008).
Precisamente el conflicto con el sector agropecuario puso de manifiesto esa concepción de poder en la dicotomía amigo – enemigo, donde el “otro” que no comparte ideas queda excluido como legítimo adversario. Esta lógica de poder fue tratada por primera vez por el teórico político alemán Carl Schmitt, adscripto al realismo político, en “El concepto de lo político” (1927), entendiendo como enemigo a aquel que se opone al propio sistema social y supone un conjunto de hombres que combate al menos virtualmente, pero con la posibilidad real de enfrentamiento, frente a otro agrupamiento de hombres. Si bien esta concepción del poder le ha sido más útil para alinear a sus seguidores que para amedrentar a sus eventuales opositores, cada vez encuentra más resistencia tanto en la sociedad como al interior del partido. Muestra de ello es la sangría de “aliados” que se produjo luego de la negativa en el Senado a la Resolución 125, y a su vez este hecho también marcaría el declive de un período signado por el confrontamiento permanente y el final de toda la construcción de poder gravitando sobre la persona de Néstor Kirchner, donde hoy se identifican con claridad lo que Rosendo Fraga denomina la Trinidad: “(Kirchner) ejerce el poder real, otro el formal (Cristina) y un tercero el político (Cobos), quien hace lo que los otros dos no hacen y deberían hacer (reunirse con De Angeli, Solá, etc.)”. Esta inconsistencia ha permitido que figuras de peso político empiecen a despuntar y a hacer sombra sobre el sitial de los Kirchner.
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