martes, 25 de noviembre de 2008

Las dos caras de la política exterior argentina

Como respuesta a la crisis financiera internacional, el gobierno argentino ha comenzado una ajetreada búsqueda de nuevos mercados para aliviar su situación económica.

Con el objetivo de reemplazar, al menos temporalmente, a países que son socios especiales en el comercio bilateral y que ahora enfrentan serias dificultades económicas (principalmente España), la Presidenta Cristina Fernández se ha ocupado personalmente de visitar naciones poco menos que exóticas para el comercio argentino: Argelia, Egipto, Túnez y Libia.

Esta gira de la comitiva argentina, seguida con excesiva atención por la prensa local, corre el riesgo de quedar en una mera anécdota debido a la nula relación que existe con aquellos países. En este sentido, la visita de la Presidenta se asemeja a aquella mediática gira que realizara Carlos Menem por países con escasa importancia para la Argentina, como Malasia e Indonesia, sin lograr revertir la escasa relación bilateral, pese a la firma de múltiples acuerdos conjuntos.

Por otro lado, al volver de la gira por el continente africano, Cristina Fernández recibió al presidente de México, Felipe Calderón. En este caso, se trata de un país con el cual el comercio bilateral ha crecido exponencialmente desde 2002. Es por ello y debido también al anuncio de medidas concretas como la creación del Consejo de Asociación Estratégica Argentina-México, que esta visita sí permite ver en el horizonte resultados positivos.

El primer punto para atender, por el lado argentino, será el restablecimiento del superávit comercial en la balanza comercial con el país azteca, perdido este año, situación desconocida desde el año 2000. Otro tema importante de la agenda bilateral es el narcotráfico: la visita de Calderón a Buenos Aires coincidió con más arrestos de ciudadanos argentinos implicados en una compleja red delictiva entre México y nuestro país.

Asimismo, es fundamental el acercamiento con México debido al enfriamiento de las relaciones bilaterales que coincidió con las presidencias de Vicente Fox y Néstor Kirchner. Esas diferencias, que por momentos parecían abismales, comenzaron a cerrarse con la asunción de Felipe Calderón a la presidencia mexicana en diciembre de 2006, en reemplazo del primero. Ahora, con el encuentro formal en la Casa Rosada, se cierra definitivamente esa etapa y se abre la posibilidad de una verdadera cooperación.

En lo que hace a la gira por el norte de África, la carga simbólica es otra. Sólo gestos vacíos, casi frívolos. Al menos, esa es la imagen que queda, al ver a la Presidenta argentina visitar una casa bombardeada por Estados Unidos en Libia, o realizar comentarios informales acerca de faraones egipcios. Si bien se firmaron varios acuerdos de cooperación, parece inverosímil que el volumen ridículamente bajo del comercio entre Argentina y esos países sufra una sustancial mejora.

¿Con cuál de estas dos versiones debemos quedarnos? ¿La política exterior argentina se compone nuevamente de gestos sobreactuados, como ocurriera durante la presidencia de Menem? Es un serio riesgo al que todos los presidentes quedan expuestos, por tratarse la Argentina de un país periférico, sin demasiadas posibilidades reales de influir en la arena política internacional. Por el momento, sólo cabe esperar que los aciertos, como el impulso a la relación con México, superen en cantidad y calidad a los meros gestos y a la retórica oficial.

lunes, 17 de noviembre de 2008

El G-20, la apertura de la toma de decisiones

La crisis financiera internacional que asola al mundo entero desde hace meses ha logrado algo impensado: reunir de urgencia, en Washington, no sólo a las poderosas naciones del Grupo de los 8 sino también a un conjunto más amplio que incluye a los llamados países en vías de desarrollo. Como representantes de Latinoamérica estuvieron México, Brasil y la Argentina.

La apertura del juego político a otros Estados permite que se genere un libreto más consensuado para hacer frente a la crisis global. Si bien este cónclave denominado G-20 no es nuevo sino que data de 1999, la reunión de este sábado pasado en Estados Unidos no deja de ser un hito, ya que por primera vez son los jefes de estado los que intervienen personalmente y no sus ministros de finanzas o exteriores. Además, a diferencia de otras ocasiones, existe ahora la determinación de obtener resultados concretos, como la reforma del sistema financiero internacional.

Al respecto, analistas internacionales ya hablan de un nuevo Breton Woods, haciendo referencia a la ciudad norteamericana en la que los Aliados sentaron las bases para la organización económica internacional en 1944. Pero algunos economistas no coinciden con esta visión optimista y sugieren que las medidas implementadas por el Grupo de los 20 son insuficientes. Como reflejo, basta señalar la caída sostenida de los mercados mundiales del lunes.

Pero no todo son fríos números estadísticos. Queda como saldo positivo de la conferencia en Washington la confirmación del nuevo rol de países que históricamente no ejercieron un papel determinante en los destinos del mundo. Esta vez, las voces de los líderes de Brasil, Rusia, India y China (los denominados BRIC) son tenidas en cuenta y suficientemente valoradas.

Evidentemente, la reunión del G-20 en Washington fue solo el primero de una serie de encuentros para coordinar mecanismos de política económica y fiscal para salir de la crisis. Para abril de 2009 se espera un segundo paso: verificar que los puntos firmados (reducción de la tasa de interés e impuestos, inyección de mayor liquidez en los mercados, aumento de las regulaciones estatales, entre otros) se hayan puesto en práctica y se cumplan al pie de la letra. Esta futura reunión también hará historia: asistirá como Presidente de los Estados Unidos Barack Obama, quien, a diferencia de las reticencias mostradas por Bush, sostiene que es necesario una reforma del sistema económico mundial.

A la espera de confirmación definitiva quedaron los puntos más sobresalientes de la reunión: la reforma de los organismos de crédito internacionales como el FMI y el Banco Mundial: un pedido expreso de los países emergentes desde hace años, pero que recién ahora, dada la gravedad de la crisis, es seriamente considerado.

La cuasi azarosa inclusión de Argentina en el G-20 (sucedió en 1999, antes del estallido de 2001) debe ser aprovechada al máximo para lograr una reinserción del país en la escena económica mundial, coordinando con Brasil y, en general, con el Mercosur, los pasos a seguir.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Malvinas: un nuevo conflicto, una nueva oportunidad

Al aprobarse el pasado 6 de noviembre una nueva constitución para las islas Malvinas se abre otro frente de tensiones entre el gobierno argentino y el Reino Unido. En esta ocasión, tanto la Cámara de Diputados como Cancillería argentina repudiaron la reforma de la carta magna para el archipiélago que había entrado en vigencia originalmente en 1985.

Los conflictos diplomáticos entre la Argentina y el Reino Unido han venido incrementándose desde la asunción de Néstor Kirchner a la Presidencia en 2003. Ya desde su discurso inaugural, Kirchner había sostenido que se haría especial énfasis en la lucha diplomática por las Malvinas bajo su administración, ya que era una cuestión que lo movilizaba especialmente por ser oriundo del sur del país.

El punto más álgido de tensión durante su mandato se vivió al cumplirse el vigésimo quinto aniversario de la guerra del atlántico sur, en abril de 2007. En aquella oportunidad, el gobierno argentino rechazó una invitación de su par inglés para acudir a una ceremonia alegórica en Londres, aduciendo que se trataba en realidad de festejos por la victoria militar británica.

Ese episodio, sumado a innumerables intercambios de notas de protesta entre los ministerios de relaciones exteriores de ambos países (por ejemplo, por la pesca en zonas en litigio, al igual que la exploración petrolífera) hizo que el gobierno argentino subiera el tono de sus reclamos en más de una ocasión, llegándose a resquebrajar el denominado paraguas de soberanía puesto en práctica desde 1991.

Dicho instrumento político – jurídico implicaba que se podían lograr avances en temas como pesca, turismo, hidrocarburos, comunicaciones, etc., sin tocar el tema de la soberanía por parte de ambos países. Pero con el correr del tiempo no se lograron avances significativos, ya que el Reino Unido persiste en realizar hechos unilaterales como la actual firma de la nueva constitución para las Malvinas.

Basándose en estos hechos, el actual gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no modificó un ápice la postura tomada desde 2003, esto es, alejarse gradualmente del paraguas de soberanía para introducir el reclamo ante cada oportunidad que se presente, a nivel local e internacional.

Pero no todas son malas noticias. La reforma de la constitución para las Malvinas, que entrará en vigor a partir de enero de 2009, redefine el status de ciudadanía para los kelpers, tratándolos como ciudadanos británicos. Este aspecto es positivo para la Argentina ya que reafirma la tesis de varios juristas locales que insisten en que, si son ciudadanos británicos, no constituyen una tercera voz en la disputa, ni poseen derecho a la autodeterminación, como Londres siempre intentó demostrar, sin éxito, en la ONU.

Esto último abre una oportunidad para el gobierno argentino, que deberá aprovechar para iniciar una ofensiva jurídica a nivel internacional a través de Cancillería.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Sí, se pudo

El fin de un ciclo.
Por Matías Arese, Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).


La victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales, si bien anunciada previamente por las encuestas, no deja de ser una sorpresa. Porque siempre cabía la posibilidad de que “se cayera el sistema”, como decimos en Argentina, o que los demócratas “perdieran” algún gran Estado, como dicen los republicanos.

Esta vez no sucedió nada extraño. La fórmula Obama – Biden ganó los Estados decisivos de Florida, California y Ohio, impidiendo una guerra legal como la que favoreció a George W. Bush en 2000 y 2004.

Otro dato importante que se puede leer de las elecciones es que Barack Obama ganó tanto el voto popular (63,6 millones contra 56,2 millones de McCain) como el del Colegio Electoral (349 contra 162), ahuyentando los temores demócratas de perder en la segunda instancia pese a tener la mayoría de los votos de la gente.

Sin duda se trata de un hecho histórico. Es el primer presidente negro de los Estados Unidos de América (y de cualquier país desarrollado en realidad). Es también el primero en quebrar la brecha generacional de los llamados baby boomers: aquellos nacidos al calor de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Obama nació en 1961 en Hawaii, pasó su infancia en Indonesia y estudió a fines de los ’70 y comienzos de los ’80 en Columbia y Harvard, por lo que sus ideas difieren de la mayoría de los políticos “tradicionales” de Washington.

Ahora viene lo más difícil: estar a la altura de las esperanzas de cambio que despertó en tanta gente que lo votó. Como nunca antes en Estados Unidos, cientos de miles de ciudadanos mutaron su típica apatía por una agitada militancia política. Ya sea por Hillary Clinton o por Barack Obama, las bases del partido demócrata adquirieron nueva vida, llevando adelante una campaña impecable y gigantesca.

De aquí al 20 de enero, fecha en que asumirá el nuevo gobierno, hay que esperar para ver cómo se reparte el poder dentro del partido demócrata y si de verdad se abre un espacio político para independientes y republicanos, como el propio Obama mencionara en varias ocasiones.

Del otro lado, los republicanos se vieron desbordados por una verdadera Obama-manía, intentando mantenerse en la lucha promoviendo su perfil conservador más aguerrido en primera instancia con Mitt Romney y Mike Huckabee en las primarias del partido, cediendo finalmente a la candidatura del más moderado senador por Arizona, John McCain. Pero nunca encontraron el rumbo. Los ataques personales a Obama no surtieron el efecto esperado, ni la sorpresiva elección de Sarah Palin, joven gobernadora de Alaska, como candidata a Vicepresidente.

Una vez conocidos los resultados, McCain inmediatamente reconoció su derrota, felicitando a Obama y soportando estoicamente los abucheos de unos cuantos seguidores republicanos hacia el presidente electo. Ante esta situación, McCain pidió calma y que acepten el veredicto popular.

Así termina el ciclo de 8 años para el partido republicano: un puñado de cientos de neo-conservadores molestos con el “cambio” que promete Obama y sin rumbo, apoyando a un senador por Arizona que en el fondo no compartía sus más recalcitrantes pensamientos -a excepción de la guerra de Irak, la que McCain había prometido continuar hasta que sea necesario-.