martes, 9 de agosto de 2011

El llamado de Londres



Los organizadores de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 eligieron -hace escasas semanas- London Calling, tema de The Clash, como cortina musical de las campañas publicitarias de dicho evento deportivo internacional.

Quizás animados por la frase de la canción que dice "El llamado de Londres a las ciudades más alejadas", pensaron que era símbolo de una especie de hermandad inocente de personas de todo el mundo tomándose las manos con un arcoiris de fondo. En realidad, la letra desmiente esa imagen de manera inmediata, cuando sigue: "Ahora la guerra se declara y comienza la batalla".

Evidentemente, la banda The Clash, una de las precursoras del punk, estaba más cerca de relatar una explosiva situación de rebelión popular como la que se vive en Londres desde el pasado fin de semana que del marketing político de los JJ.OO.

Manifestándose contra la policía por el asesinato de un joven desarmado, cientos de personas se movilizaron primero en Tottenham, barrio al norte de Londres donde reina el desempleo, la exclusión y la pobreza, para luego generar demostraciones similares en ciudades de todo el país.

Como ya ocurrió en Francia en 2005 y 2007 y en Grecia en 2008, el detonante de la reacción popular es el accionar de la policía, que actúa siempre de la misma forma en "hechos confusos" que terminan costándole la vida a un civil en un barrio poblado de inmigrantes y locales excluídos del sistema.

Si bien esa es la causa inmediata, la explicación oficial, existen otros factores de peso a la hora de analizar las causas que llevan a miles de jóvenes a quemar autos particulares, saquear comercios y enfrentarse con la policía sin ningún miramiento.

Como ya señaláramos anteriormente en otro post, preferimos buscar respuestas en diagnósticos como los de Slavoj Zizek. En su momento afirmaba el filósofo esloveno: "Lo que hay que resistir (...) es la búsqueda de un significado o mensaje más profundo oculto en esos estallidos. Lo más difícil de aceptar es, precisamente, su extrema ausencia de sentido: más que una forma de protesta, constituyen un passage a l'acte que testimonia no sólo la impotencia de los perpetradores, sino, sobre todo, de la falta de lo que Frederic Jameson llamó ‘mapeo cognitivo’, de su incapacidad para inscribir la experiencia de su situación en un todo significativo" (1).

De manera similar, el polaco Zygmunt Baumann escribe: "Al carecer de vías de canalización estables, nuestro deseo de asociación tiende a liberarse en explosiones aisladas... y de corta vida, como todas las explosiones (...). A veces, a través de estallidos de hostilidad y agresión" (2).

En la vereda opuesta a estos puntos de vista académicos se encuentran la mayoría de los medios de comunicación, preocupados por el desorden (vidrios rotos, autos quemados, columnas de humo) que queda en las calles luego de la represión policial y empeñados en señalar a todos los manifestantes como delincuentes. Justo lo que esgrime el primer ministro David Cameron. Y Bashar al Assad en Siria. Y Gaddafi en Libia. Distintos escenarios, sí, pero igual cinismo de los líderes políticos que prefieren no hacerse cargo de sus errores.

La realidad socio-económica mundial desde 2008 indica que mientras se siga optando por el ajuste, la reforma laboral, el recorte de jubilaciones y congelamiento de salarios, estos estallidos seguirán teniendo lugar y de manera cada vez más violenta. En el primer mundo inglés, en la vieja Europa española, francesa o griega y en la siempre postergada África.


Matías P. Arese
Lic. en Relaciones Internacionales (UNR).


(1) Slavoj Zizek; “Francia violenta, la sociedad en riesgo”, Revista Ñ, Buenos Aires, 12/11/2005.

(2) Zygmunt Baumann; “En busca de la política”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001.


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sábado, 28 de mayo de 2011

¿Qué ocurre en el mundo árabe?


El 17 de diciembre de 2010 el manifestante tunecino Mohammed Bouazizi, un estudiante universitario desempleado y vendedor ambulante, se prendió fuego frente a una oficina municipal de la ciudad de Sidi Bouzid, en protesta por el maltrato policial que había sufrido horas antes cuando las fuerzas locales desmantelaron su puesto. Seguramente no estaba en la cabeza de nadie que el acto bonzo del joven Bouazizi fuera a desencadenar una serie revueltas en todas las calles de Túnez, que luego se extenderían por toda la franja norte de África, llegando incluso a algunos países de medio oriente.

Luego del suceso ocurrido en Sidi Bouzid, otro joven tunecino se suicida electrocutándose en una manifestación pública al grito de “No a la miseria, no al desempleo”, generando una nueva oleada de protesta que llevó a gran parte de la población a marchar el día 27 de diciembre sobre la capital y demás localidades de la Republica de Túnez. El gobierno del entonces Primer Ministro Ben Ali, quien hacía 23 años que detentaba el poder, manifiesta que las revueltas producidas en las calles responden a grupos extremistas que buscan la violencia, declaraciones que generan la ira de los manifestantes, quienes comienzan a contar con el apoyo de organizaciones civiles, como por ejemplo el gremio de abogados de la ciudad de Túnez, el cual luego jugará un papel muy importante en el derrocamiento de Ben Alí

La revuelta extendida

Ya en los primeros días de enero, comienzan a suscitarse protestas en El Líbano, Argelia y Omán, que por acción de sus respectivos gobiernos no logran extenderse. Al mismo tiempo, se produce en Túnez la renuncia de Ben Alí quien huye a Arabia Saudita, cambiando así el gobierno tras 23 años de régimen. Pero no es hasta el 25 de enero en que las protestas vuelven a resurgir, esta vez en un país de mayor importancia y dimensión que los anteriores: Egipto. En virtud de un festival nacional, miles de ciudadanos egipcios deciden marchar pacíficamente por las calles para pedir la renuncia del presidente Hosni Mubarak, quien gobernaba el país desde octubre de 1981. La reacción del gobierno fue la de proponer cambios dentro del mismo, pero sin la renuncia del primer mandatario. Esto desencadenó la ira de los manifestantes, quienes son reprimidos en las calles de El Cairo y otras ciudades. El resultado fue la rápida intervención de la comunidad internacional, sobre todo a través del gobierno norteamericano, que pidió la renuncia del presidente Mubarak quien, tras negarse rotundamente y continuar reprimiendo, presenta finalmente su dimisión el 11 de febrero y entrega el poder a los militares, cuerpo que hacía más de un mes ya no respondía a sus directivas.

Mientras Egipto comienza la vuelta a la normalidad, nuevos hechos de violencia ocurren en Irán. El caso es muy curioso y distinto a lo que ocurre en los demás países árabes, debido a que Irán ya tuvo su pequeña “revolución” hace dos años, cuando miles de jóvenes se manifestaron contra el gobierno de Mahmud Ahmadineyad en protesta por un supuesto fraude en las elecciones de 2009. “Revolución” que, pese a contar con el apoyo de los jóvenes -porcentaje cercano al 70% de la población-, fracasó. Si bien la oleada de protestas en Irán tuvo poco impulso, no es aconsejable perder de vista el caso, más aún si se tiene en cuenta la fuerza numérica de los jóvenes opositores a Ahmadineyad.

La guerra de Libia

Posiblemente el caso más significativo y trágico de todos sea el de Libia, sobre todo por la consecuencia que ha generado: una guerra internacional. Los hechos en Libia comenzaron a mediados de febrero, cuando más de dos mil manifestantes se manifestaron en la ciudad de Bengasi, segunda en importancia, por la detención de un activista de Derechos Humanos y en protesta contra la dictadura de Muammar Gaddafi, quien lleva en el poder 42 años. Lo que comenzara como una revuelta local, terminó desatando un conflicto internacional, en el cual interviene una coalición liderada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta “intervención” militar, que comenzó con una ayuda humanitaria por parte de la coalición occidental tras la decisión de Gaddafi de bombardear a los rebeldes, ya lleva un total de más de 10.000 muertos y 50.000 heridos, según las distintas versiones que hacen públicas los líderes opositores.

Para tener en cuenta

Ha sido fundamental el papel de Internet y sobre todo el de las redes sociales en el desarrollo y evolución de los conflictos arriba mencionados. Si bien en países como Egipto o Túnez el uso de las redes sociales fue desorganizado y exclusivamente doméstico, en el conflicto libio adquirió un papel significativo desde el exterior para la organización de las fuerzas rebeldes al régimen. Un ejemplo claro es el caso del almirante norteamericano Gary Roughead, quien a través de la red social Facebook arengó a sus tropas, o el ciberactivista Mohamed Nabous, asesinado en marzo pasado, quien retransmitía sus crónicas al mundo a través de Internet.

Por Federico Regenhardt. Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).

viernes, 25 de marzo de 2011

Continúan los combates en Libia


El ejército libio que permanece leal a Muammar Gaddafi no ha interrumpido su ataque sobre las posiciones rebeldes al este del país a pesar de la intervención militar internacional autorizada por las Naciones Unidas.

El pasado 17 de marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó sorpresivamente la Resolución 1973, declarando la zona de exclusión aérea sobre Libia con el objetivo de proteger a la población civil de la brutal represión ordenada por Gaddafi desde que estallaran las protestas contra su régimen vitalicio a mediados de febrero.

Los principales impulsores de intervenir militarmente en el conflicto, Francia y Gran Bretaña, lograron sumar a un reticente Estados Unidos a su postura y sortear con éxito la oposición de Rusia, China (ambos con poder de veto en el Consejo de Seguridad), Alemania y Turquía (estos últimos presionaban contra una intervención en el seno de la OTAN).

Tras cinco días de intensos bombardeos aliados sobre las fuerzas armadas de Gaddafi, la conducción de los ataques -hasta el momento en manos de una coalición política ad hoc- pasó formalmente a manos de la OTAN.

Francia, único país en reconocer al Consejo Nacional de Transición (CNT) como autoridad legítima en Libia, se oponía a traspasar el mando de las operaciones a la OTAN argumentando que la coalición política informal que hasta ese momento lideraba los ataques demostraba ser un modelo exitoso al evitar objeciones de terceros que sí pueden manifestarse en el seno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Por otro lado, los primeros frutos de la misión internacional comenzaron a sentirse recién el 26 de marzo, día en que la ciudad de Ajdabiya volvió a caer en manos de los rebeldes tras un sitio de varias jornadas y la huída de las tropas leales al régimen que Gaddafi encabeza desde hace 42 años.

Sin embargo, mientras Gran Bretaña y Francia declaran no descartar una salida diplomática, no está del todo claro el alcance de la Resolución 1973 de Naciones Unidas, ya que la misma no indica cual es el objetivo a largo plazo de la intervención, más allá de la utilización de “todos los medios necesarios para la protección de civiles y centros urbanos densamente poblados”.

Para tranquilizar a la opinión pública, el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, afirmó categóricamente que en ningún momento ingresarán tropas terrestres de su país en Libia.

Lo que nadie ha develado aún es si la coalición internacional encargada de atacar al Ejército libio se propone como meta final la expulsión de Gaddafi del poder o si eventualmente se conformaría con llegar a un alto al fuego definitivo y negociar una salida pacífica al conflicto vía elecciones.

Por Matías Pablo Arese, Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).
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jueves, 24 de febrero de 2011

Haití continúa lidiando con sus limitaciones

A un año y un mes desde el letal terremoto de enero de 2010, Haití enfrenta aún grandes obstáculos para la reconstrucción, mientras espera con ansiedad la celebración de la segunda vuelta electoral para elegir nuevo presidente.

La isla experimenta un agitado comienzo de año, desde que el ex dictador Jean-Claude “Baby Doc” Duvalier retornara desde su exilio en Francia el pasado 16 de enero, siendo acusado por la justicia haitiana apenas concretado su regreso. Duvalier, quien gobernó de facto el país bajo la figura de “presidente vitalicio” desde 1971 a 1986, es investigado por crímenes de lesa humanidad, asociación ilícita y malversación de fondos públicos.

Otro ex presidente, Jean-Bertrande Aristide, ha confirmado sus intenciones de regresar a Haití desde Sudáfrica, país donde reside desde 2004, año en que fuera expulsado del cargo presidencial ante el estallido de masivas revueltas en las calles y luego de ser aislado por la comunidad internacional. Tras varios intentos fallidos de retornar al país, finalmente tanto la Cancillería como el Ministerio del Interior haitianos otorgaron el visto bueno legal para el regreso del ex primer mandatario. Luego de dicha autorización, el abogado de Aristide aclaró sin embargo ante la prensa que su cliente quiere “dedicarse a la educación pública y no a la política”.

La agitación social provocada por la reaparición en la escena pública de dos ex presidentes se ve acrecentada por la inminencia del ballotage para las elecciones presidenciales, a realizarse el próximo 20 de marzo. La primera vuelta se había producido en noviembre de 2010, en medio de graves acusaciones de fraude e irregularidades tras las cuales debió interceder la Organización de Estados Americanos (OEA, el organismo intergubernamental hemisférico que se encargó de monitorear las elecciones) y Estados Unidos.

En las sospechadas elecciones, la candidata de centro-derecha, Mirlande Manigat, resultó ganadora, seguida por el oficialista Jude Célestin. La publicación de estos resultados desató la ira de los seguidores de Michel Martelly, un popular músico que, según el gobierno, había quedado en tercer lugar.

Ante la intervención de la OEA y la presión ejercida por la sorpresiva visita de Hillary Clinton a la isla el pasado 30 de enero, el gobierno accedió a retirar la candidatura de Célestin, otorgándole así la posibilidad de acceder al ballotage a Martelly. Sin embargo, semanas después del aparente revés del oficialismo, comenzaron a circular rumores que señalaban un acercamiento entre Martelly y el ex candidato Célestin.

La caldeada situación se agravó el pasado lunes 7 de febrero, día en que el actual Presidente de Haití, René Preval, debía dejar su cargo. Ante la indefinición de las elecciones, Preval anunció que permanecerá en el poder hasta el 15 de mayo, fecha en que traspasará el mando a quien gane la segunda vuelta. La noticia provocó la movilización de cientos de personas que reclamaron su salida inmediata del gobierno y la celebración de elecciones transparentes. Las manifestaciones fueron duramente reprimidas por la policía, sembrando nuevamente la incertidumbre sobre el futuro de Haití.

En medio de las especulaciones políticas por las elecciones, la grave crisis de salud pública que estallara a fines de octubre del año pasado, cuando se propagó una epidemia de cólera que dejó un saldo de más de 3.300 fallecidos y 150.000 infectados, sigue siendo materia de análisis. Al respecto, un estudio de la prestigiosa revista científica New England Journal of Medicine concluye que la epidemia provino del Sur de Asia, lo que confirmaría las sospechas de la mayoría de los ciudadanos haitianos que señalaban a las tropas de paz enviadas por Nepal en el marco de las Naciones Unidas como responsables de introducir la enfermedad en la isla, donde no se registraba el virus en más de 100 años.

No obstante, los cuestionamientos a la misión de paz de Naciones Unidas (conocida como MINUSTAH por sus siglas en inglés) van más allá del mencionado estallido de cólera. Desde Estados Unidos, organizaciones no gubernamentales critican duramente la falta de resultados concretos en cuanto a la reconstrucción del país luego del terremoto de principios del año pasado. La falta de coordinación, alegan, es la principal causa que impide avanzar hacia la normalización de la isla. Cabe recordar que tropas de Naciones Unidas ya se encontraban apostadas en Haití antes del terremoto, desde la crisis socio-política que terminó con el gobierno de Aristide en 2004.

Con semejante panorama sombrío, algunos analistas han llegado a hablar de la necesidad de establecer una especie de protectorado internacional sobre Haití a cargo de la ONU. Dicha propuesta sólo haría enfurecer aun más a la golpeada población, que además de lidiar con los nocivos efectos de un terremoto, una epidemia y oscuras elecciones, vería perder quizás el único atributo que sigue haciendo de Haití un Estado Nacional: la soberanía.


Matías Pablo Arese

Lic. en Relaciones Internacionales (UNR)

Artículo publicado en Sin Mordaza y Desarrollo y Región