
El 17 de diciembre de 2010 el manifestante tunecino Mohammed Bouazizi, un estudiante universitario desempleado y vendedor ambulante, se prendió fuego frente a una oficina municipal de la ciudad de Sidi Bouzid, en protesta por el maltrato policial que había sufrido horas antes cuando las fuerzas locales desmantelaron su puesto. Seguramente no estaba en la cabeza de nadie que el acto bonzo del joven Bouazizi fuera a desencadenar una serie revueltas en todas las calles de Túnez, que luego se extenderían por toda la franja norte de África, llegando incluso a algunos países de medio oriente.
Luego del suceso ocurrido en Sidi Bouzid, otro joven tunecino se suicida electrocutándose en una manifestación pública al grito de “No a la miseria, no al desempleo”, generando una nueva oleada de protesta que llevó a gran parte de la población a marchar el día 27 de diciembre sobre la capital y demás localidades de la Republica de Túnez. El gobierno del entonces Primer Ministro Ben Ali, quien hacía 23 años que detentaba el poder, manifiesta que las revueltas producidas en las calles responden a grupos extremistas que buscan la violencia, declaraciones que generan la ira de los manifestantes, quienes comienzan a contar con el apoyo de organizaciones civiles, como por ejemplo el gremio de abogados de la ciudad de Túnez, el cual luego jugará un papel muy importante en el derrocamiento de Ben Alí
La revuelta extendida
Ya en los primeros días de enero, comienzan a suscitarse protestas en El Líbano, Argelia y Omán, que por acción de sus respectivos gobiernos no logran extenderse. Al mismo tiempo, se produce en Túnez la renuncia de Ben Alí quien huye a Arabia Saudita, cambiando así el gobierno tras 23 años de régimen. Pero no es hasta el 25 de enero en que las protestas vuelven a resurgir, esta vez en un país de mayor importancia y dimensión que los anteriores: Egipto. En virtud de un festival nacional, miles de ciudadanos egipcios deciden marchar pacíficamente por las calles para pedir la renuncia del presidente Hosni Mubarak, quien gobernaba el país desde octubre de 1981. La reacción del gobierno fue la de proponer cambios dentro del mismo, pero sin la renuncia del primer mandatario. Esto desencadenó la ira de los manifestantes, quienes son reprimidos en las calles de El Cairo y otras ciudades. El resultado fue la rápida intervención de la comunidad internacional, sobre todo a través del gobierno norteamericano, que pidió la renuncia del presidente Mubarak quien, tras negarse rotundamente y continuar reprimiendo, presenta finalmente su dimisión el 11 de febrero y entrega el poder a los militares, cuerpo que hacía más de un mes ya no respondía a sus directivas.
Mientras Egipto comienza la vuelta a la normalidad, nuevos hechos de violencia ocurren en Irán. El caso es muy curioso y distinto a lo que ocurre en los demás países árabes, debido a que Irán ya tuvo su pequeña “revolución” hace dos años, cuando miles de jóvenes se manifestaron contra el gobierno de Mahmud Ahmadineyad en protesta por un supuesto fraude en las elecciones de 2009. “Revolución” que, pese a contar con el apoyo de los jóvenes -porcentaje cercano al 70% de la población-, fracasó. Si bien la oleada de protestas en Irán tuvo poco impulso, no es aconsejable perder de vista el caso, más aún si se tiene en cuenta la fuerza numérica de los jóvenes opositores a Ahmadineyad.
La guerra de Libia
Posiblemente el caso más significativo y trágico de todos sea el de Libia, sobre todo por la consecuencia que ha generado: una guerra internacional. Los hechos en Libia comenzaron a mediados de febrero, cuando más de dos mil manifestantes se manifestaron en la ciudad de Bengasi, segunda en importancia, por la detención de un activista de Derechos Humanos y en protesta contra la dictadura de Muammar Gaddafi, quien lleva en el poder 42 años. Lo que comenzara como una revuelta local, terminó desatando un conflicto internacional, en el cual interviene una coalición liderada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta “intervención” militar, que comenzó con una ayuda humanitaria por parte de la coalición occidental tras la decisión de Gaddafi de bombardear a los rebeldes, ya lleva un total de más de 10.000 muertos y 50.000 heridos, según las distintas versiones que hacen públicas los líderes opositores.
Para tener en cuenta
Ha sido fundamental el papel de Internet y sobre todo el de las redes sociales en el desarrollo y evolución de los conflictos arriba mencionados. Si bien en países como Egipto o Túnez el uso de las redes sociales fue desorganizado y exclusivamente doméstico, en el conflicto libio adquirió un papel significativo desde el exterior para la organización de las fuerzas rebeldes al régimen. Un ejemplo claro es el caso del almirante norteamericano Gary Roughead, quien a través de la red social Facebook arengó a sus tropas, o el ciberactivista Mohamed Nabous, asesinado en marzo pasado, quien retransmitía sus crónicas al mundo a través de Internet.
Luego del suceso ocurrido en Sidi Bouzid, otro joven tunecino se suicida electrocutándose en una manifestación pública al grito de “No a la miseria, no al desempleo”, generando una nueva oleada de protesta que llevó a gran parte de la población a marchar el día 27 de diciembre sobre la capital y demás localidades de la Republica de Túnez. El gobierno del entonces Primer Ministro Ben Ali, quien hacía 23 años que detentaba el poder, manifiesta que las revueltas producidas en las calles responden a grupos extremistas que buscan la violencia, declaraciones que generan la ira de los manifestantes, quienes comienzan a contar con el apoyo de organizaciones civiles, como por ejemplo el gremio de abogados de la ciudad de Túnez, el cual luego jugará un papel muy importante en el derrocamiento de Ben Alí
La revuelta extendida
Ya en los primeros días de enero, comienzan a suscitarse protestas en El Líbano, Argelia y Omán, que por acción de sus respectivos gobiernos no logran extenderse. Al mismo tiempo, se produce en Túnez la renuncia de Ben Alí quien huye a Arabia Saudita, cambiando así el gobierno tras 23 años de régimen. Pero no es hasta el 25 de enero en que las protestas vuelven a resurgir, esta vez en un país de mayor importancia y dimensión que los anteriores: Egipto. En virtud de un festival nacional, miles de ciudadanos egipcios deciden marchar pacíficamente por las calles para pedir la renuncia del presidente Hosni Mubarak, quien gobernaba el país desde octubre de 1981. La reacción del gobierno fue la de proponer cambios dentro del mismo, pero sin la renuncia del primer mandatario. Esto desencadenó la ira de los manifestantes, quienes son reprimidos en las calles de El Cairo y otras ciudades. El resultado fue la rápida intervención de la comunidad internacional, sobre todo a través del gobierno norteamericano, que pidió la renuncia del presidente Mubarak quien, tras negarse rotundamente y continuar reprimiendo, presenta finalmente su dimisión el 11 de febrero y entrega el poder a los militares, cuerpo que hacía más de un mes ya no respondía a sus directivas.
Mientras Egipto comienza la vuelta a la normalidad, nuevos hechos de violencia ocurren en Irán. El caso es muy curioso y distinto a lo que ocurre en los demás países árabes, debido a que Irán ya tuvo su pequeña “revolución” hace dos años, cuando miles de jóvenes se manifestaron contra el gobierno de Mahmud Ahmadineyad en protesta por un supuesto fraude en las elecciones de 2009. “Revolución” que, pese a contar con el apoyo de los jóvenes -porcentaje cercano al 70% de la población-, fracasó. Si bien la oleada de protestas en Irán tuvo poco impulso, no es aconsejable perder de vista el caso, más aún si se tiene en cuenta la fuerza numérica de los jóvenes opositores a Ahmadineyad.
La guerra de Libia
Posiblemente el caso más significativo y trágico de todos sea el de Libia, sobre todo por la consecuencia que ha generado: una guerra internacional. Los hechos en Libia comenzaron a mediados de febrero, cuando más de dos mil manifestantes se manifestaron en la ciudad de Bengasi, segunda en importancia, por la detención de un activista de Derechos Humanos y en protesta contra la dictadura de Muammar Gaddafi, quien lleva en el poder 42 años. Lo que comenzara como una revuelta local, terminó desatando un conflicto internacional, en el cual interviene una coalición liderada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta “intervención” militar, que comenzó con una ayuda humanitaria por parte de la coalición occidental tras la decisión de Gaddafi de bombardear a los rebeldes, ya lleva un total de más de 10.000 muertos y 50.000 heridos, según las distintas versiones que hacen públicas los líderes opositores.
Para tener en cuenta
Ha sido fundamental el papel de Internet y sobre todo el de las redes sociales en el desarrollo y evolución de los conflictos arriba mencionados. Si bien en países como Egipto o Túnez el uso de las redes sociales fue desorganizado y exclusivamente doméstico, en el conflicto libio adquirió un papel significativo desde el exterior para la organización de las fuerzas rebeldes al régimen. Un ejemplo claro es el caso del almirante norteamericano Gary Roughead, quien a través de la red social Facebook arengó a sus tropas, o el ciberactivista Mohamed Nabous, asesinado en marzo pasado, quien retransmitía sus crónicas al mundo a través de Internet.
Por Federico Regenhardt. Licenciado en Relaciones Internacionales (UNR).